jueves, agosto 16, 2007

Kantori Roodo, Konomichi Zutto Yukeba…


— Canta. Estoy seguro de que conoces esta canción.
Nadie está conmigo. No tengo miedo.
Así vivo en el sueño que vi.
Debo dejar a un lado mi soledad
y protegerme, así aprenderé a ser más fuerte
Country Road, me recogerá para llevarme a mi casa.
Ahora puedo sentirlo, si me quedo
en este camino sin fin, Country Road.
Poco importa lo solitario que se vuelva con el tiempo.
Nunca me verás llorar, guardaré mis lágrimas para mí.
Se que tengo que ser fuerte, y sólo puedo darme prisa.
Sólo así puedo olvidar.
Country Road, me recogerá para llevarme a mi casa,
pero mientras endureciendo mi corazón, no me iré ahora,
no mientras sea libre. Country Road.
Country Road, ven mañana. Siempre estaré aquí.
Quiero entrar en la casa, pero no puedo.Es un adiós...
...Country Road.

— ¡Estuvo muy bien!

Como dice la canción, definitivamente es un adiós a ciertas cosas que estoy dejando atrás en mi pasado. Uno no se da cuenta, pero con el tiempo este tipo de experiencias en la vida van cambiando cosas que la verdad uno ni sabía que existían. La verdad pues todos saben que no es la primera vez que me voy de la casa por tanto tiempo, pero el objetivo ahora es totalmente diferente, y, creo yo, no estoy metido en una burbuja, ni en un mundo de fantasía. Así que creo que los desafíos han sido mayores, aunque como suele suceder, uno siempre queda insatisfecho del trabajo que ha realizado.
Si mi cálculo no me falla, entre hoy y mañana se cumplirá la mitad del tiempo que me voy a pasar aquí —y creo que eso ya es seguro, a menos que pase algo imprevisto, que amerite pagar una nueva multa en la aerolínea, y eso tiene que ser algo muy, pero muy convincente— y creo que en estos casos a veces es bueno hacer cuentas de qué carajos se ha hecho, y qué falta por hacer. Como todos saben, académicamente se han logrado cosas, pero más que nada se ha conocido impresionantemente. Creo que la misión ahora es darle más duro aún a la academia, y quizás aprovechar para conocer más São Paulo, pues, la verdad, lo que he andado aquí, y para ser tan grande la ciudad, ha sido más bien poco.
Quería dejar esta canción aquí por ahora. Creo que esta miserable gripa luego del viaje me tiene sensible más de la cuenta. También quería dejar la historia aquí por ahora; la verdad las próximas historias serán bastante ñoñas y bastante aburridas, así que no creo que escriba mucho sobre tanta cosa que vaya a pasar ahora. Tal vez si creo que sucede algo relativamente importante, les cuento, pues de lo contrario me voy a quedar enclaustrado unos días mientras mejora mi gripa, y de paso me siento a adelantar tanto trabajo que tengo.
Tal vez después de tanta historia venga un tiempo de silencio. No se extrañen mucho si no escribo, la verdad claro que voy a estar escribiendo, pero pues obviamente otras cosas, que espero que salgan tan buenas como tanta viajadera. Aunque bueno, eso no lo decido yo. Ya llegará la corte marcial a hacerme juicio de guerra por pasármela viajando en vez de estudiar, cuando para eso era que me estaban pagando…
En fin, basta de decir sandeces. Ahí dejo todo este caos de información a veces difícil para leer, a veces incomprensible, a veces con mucha información en muy poco espacio, a veces con muchos detalles, o a veces con ninguno. A veces repitiendo siempre palabras como “en fin” o “pero bueno…”, en fin, son mañas terribles que uno coge por ahí. Espero que eso mismo no me pase escribiendo filosofía.
Y por cierto, si algo les molesta, si algo los sonroja, si algo les disgusta, si en algo no están de acuerdo, o simplemente si algo les parece gracioso, algo les parece encantador, algo les parece terrible, pues no sobra un comentario… la verdad, los comentarios son la única manera que tengo para constatar que alguien leyó mis sandeces… pero bueno, yo sé que no a todos les gusta hacer esto, está bien, los perdono…
Y sinceramente, extraño mucho mi gente. Sé que fue mi decisión quedarme aquí, y sé que muchos me están envidiando por estar aquí y no allá, pero claramente yo no soy nada rápido para hacer amistades, y siempre me tomo mi tiempo, así que aún no tengo muchas. Y si así soy para conseguir amistades, pues es peor para conseguir amores, así que imagínense.
Bueno, la verdad es que me demoro para hacer amistades, pero las que logro, las conservo por mucho tiempo. La verdad espero que aquí sea igual.

What' in your head... in your head...

No sé qué carajos hago escribiendo tanto de estas vainas si se suponía que hacía mucho tiempo había decidido que mi estilo literario era el ensayo. Bueno, debo andar escribiendo todo esto porque siempre he considerado que mi vida misma es un ensayo…

lunes, agosto 13, 2007

No matter how hard you try you can’t stop us now...

Y fue llegar a São Paulo, lavar la ropa, devolver algunos libros, sacar otros de la biblioteca, revisar mi correo, comprar algunas cosas, dormir un rato y de vuelta al aeropuerto. En esta ocasión el vuelo salía de Congonhas y llegaba al Tom Jobim de Rio de Janeiro. El viaje de nuevo resultó un tanto miedoso, pues a la llegada, se alcanzaba de lejos a ver la pista. El avión se enfiló rumbo a la pista, y de repente aceleró y se elevó. Luego dio una curva, y el piloto habló diciendo “tuvimos un problema vamos a dar un rodeo para intentar un nuevo aterrizaje”. Silencio sepulcral en el avión, nadie sabía qué carajos estaba pasando. Luego de casi una hora más de vuelo —en avión de São Paulo a Rio es menos de una hora— el Boeing 737 modelo 196? en el que iba viró de nuevo rumbo al aeropuerto después de darnos un tour por el océano atlántico. El aeropuerto es bien simpático. Igual que el Santos Drummond, es una isla, pero claramente este es mucho más grande y tiene dos pistas de más de 3 km cada una. Rio de Janeiro desde el cielo es un espectáculo total. Se ve el mar, la bahía, muchas ensenadas dentro de la bahía, las montañas ahí justo al frente del mar —como el Pão de Açúcar, que es una montañita de unos 400 m de altura justo en la entrada de la bahía—. Hacia el sur está, de un lado la playa, y del otro las lagunas, la Lagõa Rodirgo de Freitas, la de la Barra Da Tijuca, y no sé cuantas más.
Al segundo intento todo fue bien, y finalmente aterrizamos sin ningún problema. Al salir del aeropuerto, claramente tenía que ir a buscar dónde quedarme, así que pensé en el apartamento de Dona María en el cuál nos habíamos quedado la vez que fuimos con Ana María. Desafortunadamente la señora no se encontraba, así que a buscar se dijo. Pensé entonces primero buscar la universidad y buscar un hotel ahí cerca. Lo único que encontré fue un par de moteluchos de mala muerte, tras del hecho caros como un demonio, así que me acordé de las sugerencias de Martha, y me fui rumbo a la Gloria. Al salir del metrô me encuentro con el paraíso de los hoteles baratos para estudiantes medio desplatados como yo, y por R$70 la noche conseguí, en Rio, un cuarto con freezer, aire acondicionado, un armario re grande y televisor. La vista, claramente, no era al mar, pero era a solo 5 cuadras del parque de Flamengo, que no es solo famoso por el equipo de futbol, sino porque es el parque más grande que tiene Rio.
Al día siguiente, y luego de descansar mis pies de todo lo que había andado el día anterior buscando la universidad y buscando hotel, era hora de la impajaritable visita al cristo corcovado. Era solo cuestión de tomar un ônibus, y ahí tomar el bonde —también conocido como “funicular”—. El camino, la verdad, solamente es divertido por una serie de esculturas de animales y de santos que están a los lados, pues de resto es mato y más mato. Pero al llegar a la cima, esa vaina parecía, literalmente, la torre de babel. Unos hablando español, otros portugués, otros inglés, otros francés, unos alemanes ahí, y un par cuya lengua no alcancé claramente a distinguir, y seguramente era alguna de esas lenguas eslavas que no habla más de 10 millones de personas en el mundo. Bueno, fotos, vista espectacular, y a bajar de nuevo.
En la noche el plan, claramente era tomarse una cerveza, y pues estaba muy cerca al barrio Flamengo, en donde la referencia para los colombianos es Ferreira, así que la misión fue ver ganar al Flamengo y tomarse una cerveza haciendo fuerza porque nuestro futbolista patriota no la cagara como siempre lo saben hacer.
Dos días de trabajo de lo más intenso siguieron estas jornadas de vacaciones. El problema fue que tanta rumba, tanta viajadera, tanto cambio de clima, y tanto aire acondicionado terminó provocando en mis bronceados pulmones —y no precisamente bronceados por el sol, sino más bien por el tabaco— una gripa que me hacía escupir litros de flemas. Así que la jornada de trabajo se tornó insoportable.
A esto se le suma que nuestro querido profesor Zingano solamente puede comer en los mejores restaurantes. Eso no está del todo mal, y pues vale la pena comer una vez en la vida en el Colombo en el centro de Rio de Janeiro, en donde un almuercito no baja de R$60. Claramente, este es un lujo que uno solamente se puede dar una vez en la vida, o por lo menos por ahora. El salón es espectacular, no lo puedo negar, y la comida es libre —es decir, come todo lo que te quepa—, pero pues bajarse de tanta luca es un golpe fuerte a la economía de un estudiante, así sea doctorando becado.
Pero claro, el último día el profesor quería comer en el restaurante más chick de todo Rio, que quedaba, según parece, en Ipanema. Yo no estaba dispuesto a recibir otro golpe de esos en mi economía, y al parecer este era mucho más caro —se rumoraba que la cuenta saldría más o menos por el doble—, así que Barbara —la italiana— y yo nos fugamos a dar una vuelta por la playa, y comer montes de queso fondue y sushi en un sitio mucho más modestico, y por lo que me imagino, ahí mismo en Ipanema, a solo un par de cuadras del dichoso restaurant.
Después de tanta paseadera, lo justo era volver a casa, más quebrado que el carajo —pues el viaje me había salido por algo caro— y ahora pues es preciso ahorrar mucho dinero, pues el alargue de la estadía finalmente se concretó, y la multa para cambiar los tiquetes me salió por un cojonal de dinero, lo que me dejó aún más en la ruina. Día de salida de Brasil: 30 de Noviembre. Día de llegada a Bogotá: 7 de Diciembre. ¿Qué voy a hacer en ese tiempo? Bueno, ya lo saben.

Tanz - mein Leben - Tanz, Tanz mit mir....

A la vuelta a Recife, me esperaba una rumba increíble. Resulta que uno de los amigos de Hugo tenía una fiesta de estudiantes de derecho, y ya saben qué tan snobs son los abogados. Así que la reunión de graduación fue en el último piso de un edificio a orillas del mar. La entrada costó R$30, pero ahí los saqué en amarillito, bailando toda la noche con las mujeres más preciosas que haya visto en mi vida —no sé si fue el alcohol, o qué carajos, pero esas mujeres estaban realmente espectaculares—.
La vuelta a São Paulo, como todos los viajes con escalas, resultó siendo aburrida como un diablo, más aún sabiendo que tenía que quedarme 4 horas en la pinche zona de embarque de Salvador en Bahía. Es la ciudad más famosa y más turística del nordeste brasileño y yo encerrado en esa horrible pecera. Afortunadamente, como siempre, llevaba mi laptop y ahí aproveché para empezar a escribir las anécdotas de mi viaje.
El aterrizaje fue, la verdad, un tanto miedoso. Tenía que llegar justamente a Congonhas y justamente en un vuelo de la TAM, y el avión iba a aterrizar en la misma dirección en que se estrelló el de hace ya más de quince días. La verdad, la pista sí es como corta. El avión aterrizó, pero no desaceleró totalmente, y cogió la curva del final de la pista, más o menos a 60–80 Km/h. Da para aterrizar, eso sí, pero en caso de falla, el avión va a dar directo contra el muro, o si coge algo de curva, va a dar diez metros abajo contra la Av Bandeirantes, o contra la Av. Washington Luis. No hay salvación ninguna posible. Por lo menos en el aeropuerto Santos Drummond, de Rio, en donde la pista es igual, si el avión tiene problemas va a dar al mar y pues es más posible salvarse, pero aquí el freno es directamente contra un muro.

The Show Must Go On....

Campina Grande resultó ser una ciudad bastante simpática. Tiene aproximadamente unos 400.000 habitantes en una región que se encuentra a mitad de camino entre la playa y el mar de João Pessoa —la ciudad que se encuentra más al este del continente— y el sertão —agreste, es la traducción exacta, sin embargo, esta región es conocida por su gente aguerrida, estilo cowboys americanos, o vaqueros gaúchos—. Es una ciudad con alta población universitaria, lo cual indica también alto nivel de rumba y de consumo de alcohol, como siempre.
El encuentro fue en la facultad de derecho, cerca al centro de la ciudad. El hotel en el que se iban a quedar Hugo y Chris era un poco caro, y yo, que no tengo reserva técnica, tenía que buscar algo un poco más modesto. Finalmente di con un hotel bastante aceptable ahí mismo en el centro.
La reserva técnica es algo que hay aquí que me parece fabuloso. Es un dinero del que dispone cualquiera que tenga beca para participar como ponente en congresos, foros, coloquios, y cualquier tipo de encuentro. Puede ser gastado en cualquier momento, y simplemente es entregar los papeles respectivos —facturas de pasajes, alojamiento y alimentación— y estuvo. Aunque si se está llevando a cabo un proyecto que necesite comprar materiales, pagar estudios, o cualquier otro tipo de insumo o servicio del que precise la investigación que está haciendo el becario, también lo puede utilizar.
Bueno, luego de instalarnos en el hotel, fuimos a buscar la sede del coloquio. Resultó bastante gracioso que, al preguntar en el hotel donde era la universidad, tuvimos una conversación algo así:
— ¿Dónde queda la facultad de derecho de la universidad estadual?
— Uuuuuu, eso es lejos pa’ caramba
— ¿Tenemos que tomar un ómnibus? ¿o da para ir a pié?
— No, tiene que tomar el ómnibus.
— y canto tiempo lleva de ómnibus?
— Unos cinco minutos
— ¿y si vamos a pié? ¿media hora, cuarenta minutos?
— ¡¡¡¡¡¡Noooooooo, unos quince minutos, veinte por mucho!!!!!!
Para nosotros, habitantes de São Paulo, media hora a pié es cerca, muy cerca, media hora de ómnibus es más o menos cerca, y de ahí en adelante, pero resulta muy gracioso que aquí veinte minutos a pié resulte ser jodidamente lejos. ¡Cómo le cambia la vida a la gente que vive en ciudades pequeñas!
El coloquio fue todo un espectáculo. Había tres modalidades de presentaciones: minicursos —un minicurso duraba los tres días del coloquio, dos horas diarias—, comunicaciones —ponencias, diríamos nosotros, de veinte minutos a media hora cada una—, y palestras —que eran presentadas por los profesores invitados—. Ahí tomé un minicurso sobre Metafísica A, con un profesor que al parecer era de lo más respetado aquí. Un portugués con más sabor que una lingüiça calabressa —para los que no saben, es un tipo de chorizo bastante conocido en el nordeste brasileño, y bastante picante, por demás—, y con un humor europeo un poco ininteligible para la gente local. El minicurso, pensaba yo, era para gente que ni siquiera sabía quién diablos era Aristóteles, así que la verdad me sentí un poco fuera de lugar.
Con mi comunicación fue bastante simpático el asunto. Claramente no había escrito en portugués, y no me iba a poner a traducir el texto a la carrera solo para leerlo. El primer día un profesor chileno intentó presentar un texto que había escrito en español traduciéndolo al portugués, pero claramente la pronunciación chilena, junto con un texto traducido con poco tiempo de anticipación, terminó dando como resultado una presentación un tanto difícil de seguir, tanto para los que hablaban portugués como para los que hablábamos español. Al día siguiente otro chileno optó por sacar copias de su texto, y darlas para todo el mundo y así seguir mejor la lectura.
Yo opté por utilizar la misma estrategia, pero como solo se trataba de una comunicación de 20 minutos, y no de una palestra de un profesor invitado, no conseguí que me pagaran las copias, así que, en un acto medio desesperado por hacerme entender, saqué yo mismo unas cuantas fotocopias, y las repartí para los que alcanzaron.
Pero claramente no todo el mundo quedó con texto en mano. Yo sabía esto desde el día anterior, así que tenía, bajo la manga, una presentación de Power Point para los que no tenían el texto, primero, y segundo, para explicar un ejemplo que en el paper había quedado solamente señalado.
No sé si me entendieron o no todo lo que quise decir. Me hicieron un par de preguntas, y todavía no logro entender si las preguntas eran porque no entendieron mi texto, o fue que yo no entendí lo que me estaban preguntando. En fin, el punto fue que luego de la presentación varias personas se me acercaron a pedirme mi correo y a decirme que, pese a que no entendieron algunas cosas, la presentación les había gustado.
A la noche había una palestra del invitado de honor, se trataba de un profesor de una universidad americana. Antes de mi presentación, el profesor se me había acercado porque vio que yo tenía un computador con Windows, y pues aquí los computadores utilizan o Linux Ubuntu, o Freedows, por lo que tienen algunos problemas con todo lo que proviene de Windows. La verdad no creo que sea por problemas de compatibilidad, sino más bien por problemas de operario.
El punto fue que el gringo se me acercó antes de presentar mi texto para que yo probara su presentación en mi computador. Ahí le mostré que funcionaba, y que no tenía problemas. De paso me preguntó que si mi laptop tenía lector de memorias. Yo le contesté que no tenía, pero que tenía un lector de memorias USB. Se lo mostré, le copié su información a mi computador —que eran un par de canciones que tenía, y que se volverán bastante importantes en la historia—, le mostré que funcionaban y que sonaban bien, y que aparecían bien en la presentación. El tipo me dijo que si iba a empezar la presentación de él ya, y yo le dije que no tenía ni idea, y que seguramente era en la noche, como las de todos los profesores. La verdad no creo ni que me hubiera entendido; mi inglés es poco fluido, el gringo medio balbuceaba español y de portugués no sabía una j, y pues también en ese momento no estaba con muchas ganas en ese momento de ayudar, pues estaba un poco estresado preparando mi presentación, así que le dije que tenía que empezar la presentación ya. Ahí llegó otro profesor y se lo llevó.
En la noche, antes de la presentación, se me acercó uno de los monitores del evento para preguntarme si era yo el que había hecho la presentación en la tarde, y que si tenía un lector de memorias. Yo le dije que sí, le presté el lector, y seguí ahí conversando no recuerdo con quién. Luego me quedé pensando que el gringo seguramente pensó que yo era uno de los monitores —es decir, uno de sus lacayos, que le iban a poner todo ahí para que trabajara—. Me dio un poco de rabia eso, porque como se trataba del gringo todo el mundo le ayudaba, pero cuando yo fui a presentar mi texto, pedí el video beam —que no sé porqué cosas del lenguaje aquí se llama data show—, y me dijeron simplemente “ahí está, cójalo”, y pues tuve que organizar todo yo mismo.
La presentación del gringo resultó siendo un espectáculo total. La música que tenía era la banda sonora de la película “Zorba el Griego”. Con eso inició su presentación, mientras bailaba y todo el mundo lo seguía con las palmas. Luego, la verdad yo pensé que iba a hablar en inglés, o por lo menos leer en portugués o español, pero ni lo uno ni lo otro. La presentación en Power Point que tenía, era originalmente en inglés, pero un profesor se la intentó ayudar a traducir. Entonces, la conferencia resultó siendo la lectura de la presentación, a medio traducir, por el profesor que se había ofrecido a traducirla y que no fue capaz de traducirla totalmente. El contenido resultó siendo toda una serie de críticas al sistema de gobierno americano, cosa que se ha hecho tan popular desde ya hace tanto tiempo que resultó tornándose en un discurso medio hippie, y haciendo de nuestro personaje la versión filosófica de Michael Moore.
La verdad es que así como Michael Moore no necesitó ninguna formación artística en el cine, este payaso no necesitaba saber una leche de Aristóteles para decir todas las sandeces que dijo. Estaba tan lejos de cualquier reflexión filosófica de un nivel más o menos adecuado que lo que más ridículo que me parecía era que gastaran tanto dinero llevando un profesor extranjero, y habiendo tantos, y tan buenos, escogieran a uno que realmente dejaba mucho qué desear.
Finalmente, lo que más me ofendió, fue ver a varios profesores en el auditorio tratando de discutir seriamente con este payaso que vino de gira desde los EUA simplemente para hacer un “stand up comedy – philosophical release”.
Había pensado no escribir esta historia, tal vez por temor a la censura, al miedo, o por simple pudor, pero pues nada, ahí está. De hecho duré toda la noche tratando de explicarle a todos los graduandos y posgraduandos del coloquio que se fueron a beber conmigo esa noche porqué me parecía todo eso una payasada y una falta de respeto. Espero que hayan entendido algo al menos.
Ahora bien, lejos de la payasada una cosa que sí me gustó mucho, definitivamente, fue el cierre, en el cual unas estudiantes de no sé qué carrera —además que estaban lindísimas— representaron un fragmento de Medea de Eurípides. La verdad no sé si era por la belleza de las muchachas, o qué carajos, pero la actuación me pareció bastante buena, además que escogieron una parte que a mí personalmente me parece fenomenal.
En fin, eso fue el coloquio. No se aprendió mucho pero se paseó. Además, si Recife con su mundo de canales y de arrecifes y su puerto, y su montón de agua es llamada la Venecia latinoamericana, definitivamente Campina Grande, y al parecer todo el estado de Paraíba debería ser llamado la Chequia latinoamericana —para los que no conocen esta historia, luego de la segunda guerra mundial, en los años 60, en lo que en aquel momento se llamaba Checoslovaquia, conocida antaño como la Región de la Bohemia, el índice de mujeres era de 65% en relación al 35% de hombres, y tenían pueblos enteros en donde había, sin mentir, un hombre por cada diez mujeres. Para los interesados, recomiendo el filme
Lásky Jedné Plavovlásky, de Milos Forman, que trata este tema de una forma fenomenal.

jueves, agosto 09, 2007

Nobody gonna take my car, Im gonna race it to the ground

Al llegar a Recife, y luego de no haber dormido toda la noche, lo que debía hacer era tomar un descanso. Y pues así fue, y pues además Hugo también necesitaba dormir un poco más la resaca.
En la tarde, paseo por el centro histórico de Recife. Realmente fue toda una clase de historia. Uno de los sitios que visitamos era una sinagoga, que según parece, fue la primera en toda América. Ahí aprendí que Recife había sido invadido por los holandeses, y que junto con los holandeses habían venido un pocotón de judíos que habían sido expulsados de Portugal para Holanda. No sabía que había sido tan fuerte el dominio de los holandeses en esta parte del continente. Al parecer, alcanzaron a tener el territorio que va desde Suriname hasta Recife, lo cual resulta siendo casi una cuarta parte del actual Brasil. Pero afortunada o desafortunadamente, los lusitanos reconquistaron el territorio nordestino, y los pobres holandeses se quedaron en el norte, pasando el Amazonas, en lo que hoy es Suriname.
No sé qué hubiera sido de esta región del continente, tan extremadamente religiosa, si hubiera seguido bajo el dominio holandés que en aquellos momentos se caracterizaba por sus políticas y pensamientos que fueron bastante conocidos en el renacimiento e ilustración europea. Quizás la historia aquí hubiera sido diferente, pero bueno, qué se le va a hacer.
De paso supe que fueron los árabes los que le pusieron el nombre a la ciudad, por tener un puerto natural con una entrada de arrecifes en piedra. El nombre árabe para este tipo de formaciones es Al–Raciff. Simpático un nombre árabe para una tierra que se disputaban lusitanos católicos, y holandeses judíos y protestantes.
Ahí hicimos un paseo medio famoso, que es ir hasta la famosa “verga de Brenán”. Esa creo que es la traducción más adecuada para una escultura famosa, hecha por un tipo que al parecer gusta mucho del motivo fálico en sus esculturas. El paseo es re gracioso. Hay unos negrillos ahí con unas canoillas, que lo llevan uno de la playa al arrecife. Es bastante corto, son como unos 200 metros, tal vez un poco más, y los tipos cobran, por ida y vuelta, R$2 (Bueno, creo que también depende del marrano, porque ahí vimos a los manes cobrando R$5 por cabeza a unos turistas paulistas). Luego hay esculturas por todo el borde del arrecife al frente del puerto. La vista es maravillosa. A un lado está el agua calma del puerto natural, y pasan los barcos protegidos del fuerte oleaje que se mueve al otro lado del arrecife. Allí es mar abierto, y no se ve sino agua, agua y más agua, que golpea fuertemente contra las piedras.
Al día siguiente, el paseo era conocer Olinda, que es una ciudad que queda justo al lado de Recife. Es un poco más antigua, pues fue fundada en 1535. Tiene no sé cuantas iglesias, y conventos, y no sé qué más cosas. Desafortunadamente el paseo se vio estropeado porque todos nos despertamos tarde. Ni modo, cambio de plan entonces, y rumbo a la playa de “Boa Viagem”. La verdad tenía ganas de entrar al agua, pero la playa tiene un oleaje bastante fuerte en estos días del año, y además tiene una peculiaridad: es la playa que, en toda Suramérica, ha registrado más ataques de tiburón. Así, que pues bueno, el plan fue playa, hablar mierda y beber cerveza hasta las 4:00, momento en el que empezó a oscurecer.
Eso fue algo que me impresionó. Recife queda a 34º latitud oeste, mientras que São Paulo queda a los 46º, y Brasilia, a los 48º. Solo para comparar, Bogotá está a los 74º, y en relación a São Paulo y Brasilia, son 2 horas de diferencia, así que en Recife, y la costa este debería ser por lo menos una hora más de diferencia. Claro está, sería demasiado complicado para un país tener ya 4 horarios diferentes, con los tres que tiene ya es todo un enredo.
A la noche, por casualidades de la vida, resultamos ahí sí en Olinda comiendo tapioca con unos amigos de Hugo. Queríamos beber cerveza en un sitio que tenía una vista espectacular, pero era como caro, y pues paila, para beber no se necesita estar viendo maravillas. Así que resultamos más abajo, cerca de una plaza en el centro del pueblo, bebiendo hasta que se nos paró el ombligo.
Al día siguiente salimos de paseo a uno de los sitios más bellos que haya visto en mi vida. Nombre: “Porto De Galinhas”. Es un sitio con mucha historia, pues se llama así porque era un puerto famoso en el cual se traía mucho contrabando en la época de la colonia. Se suponía que se negociaba con gallinas, pero realmente el mercado contrabandístico del momento era bien diferente: se trataba simplemente de esclavos —¿Qué dirá de esta historia un hincha del River?—.
Primero llegamos a la casa de otro amigo de Hugo que estaba de cumpleaños, en donde nos recibieron con whiskey, cerveza, y comida por toneladas, entonces era una ronda de carne y una ronda de cerveza. Ninguno quiso pasar por goterero, así que ninguno bebió whiskey, bueno, excepto Chris, la novia de Hugo, quien no gusta mucho de la cerveza. Luego de eso nos fuimos al centro a buscar un sitio para ver la final de volleyball masculino en los juegos Panamericanos. Una medalla más para Brasil, todo el mundo contento, y de ahí salimos para la casa de Clara, otra amiga de Hugo, cuyos papás tenían la casa de los sueños de cualquier montañero como yo: una casa justo a la orilla del mar, y en una de las playas más bacanas que tenga el continente. Ahí me quedé, hasta el amanecer, simplemente contemplando semejante belleza: mar, playa, al fondo una tormenta eléctrica, y al otro lado un amanecer de lo más alucinante que haya visto jamás —claramente amaneció a eso de las 4:30 am—. Ahí me fui a dormir un rato, y luego al despertar, creía que era medio día, pero cuando vi el reloj eran solamente las 9 am. Ahí nos fuimos a la playa, a ver las famosas piscinas naturales. Resultó ser un espectáculo totalmente alucinante. Son unas piscinas que se forman en medio del arrecife, que está a unos 300 mt de la playa. El paisaje es el siguiente. En el fondo, el mar abierto golpeando contra arrecifes, que no se alcanzan a ver pues están apenas unos centímetros más abajo del nivel del mar. Luego los arrecifes, que tienen una serie de huecos en el medio, a lo cual se les llama “piscinas naturales”. Es increíble meterse a ver, tienen una cantidad de peces metidos ahí, y tienen mucha gente alrededor conservando semejante belleza. De la playa a los arrecifes hay unas lanchitas que lo llevan a uno, pero si uno es un turista medio vaciado —como yo— pues se puede pasar a nado. La verdad debo decir que nunca en mi vida había nadado tanto de un solo tirón. Fueron 300 mts que sudé terriblemente, y pues quería parar a descansar, pero no había forma, si me ponía de pie quedaba apenas un poco más abajo del nivel del agua. Finalmente se logró, aunque al llegar a los arrecifes empecé a preocuparme por la vuelta. Bueno, en fin, dure con dolor de brazos como tres días de semejante nadadita.
Al llegar por la tarde a la casa, estaba un tío de Hugo junto con su familia en el apartamento, ahí cantando me imagino que Forró. Aquí hay músicos por montón, y casi todo el mundo toca algo. Ahí después de empacarme unas cuantas cervezas, me dijeron que si sabía tocar, y pues a esa altura de alcohol, me quedaba imposible negarlo. Les advertí entonces que llevaba unos 5 años sin coger una guitarra, y que nunca en mi vida había cantado en serio, y seguramente tanto cigarrillo ya habría acabado con la poca armonía que pudo haber tenido mi garganta, pero no les importó. Así que empecé a cantar “De Música Ligera” de soda stereo que resultó siendo famosa aquí por un cover que le hicieron los “Paralamas Do Sucesso”. Luego canté ahí otra canción, y ya todo el mundo se empezó a ir, así que bueno, ahí nos quedamos cantando rockcito con uno de los hermanos de Hugo.
El lunes entonces volvimos, ya de día, a Olinda, a tomarnos fotos y a conocer toda la historia del pueblo, que fue colonizado por portugueses, luego invadido por holandeses, y luego recolonizado y reconstruido por los lusos. Tiene una arquitectura colonial perfecta para hacer un estudio basto para quien se interese por la arquitectura religiosa de la colonia. Recuerda claramente ciudades como Pamplona, o Popayán, que tienen una iglesia por cuadra. Pero además de esto, como es en un cerro, tiene una vista increíble sobre todo Recife, que se ve claramente.
El día siguiente era el día del viaje para el coloquio, y teníamos que salir temprano, así que lo mejor era irse a dormir temprano y arreglar todo, pues en el coloquio quizás estaría fuerte el movimiento —y de hecho lo estuvo—.

Hey kids, rock and roll, Nobody tells you where to go, baby...

Mucho es lo que se ha dicho con respecto a la crisis aeroportuaria aquí en Brasil. La cuestión, creo yo, es que el mercado aéreo ha crecido de gran manera, y la infraestructura aérea simplemente se ha quedado pequeña. Para rematar esta crisis, el accidente en el aeropuerto de Congonhas ha dejado a todo el mundo con altos niveles de pánico, y casi al borde de la locura. Retrasos, cancelación de vuelos, remarcación de vuelos para otros aeropuertos, en fin, todo un caos.
Fuera de todo este caos, las imágenes resultan totalmente aterradoras. El accidente fue en la salida sur de la pista, que da contra una avenida bastante grande en la que queda la entrada al aeropuerto. Entonces, la primera imagen que se veía al llegar al aeropuerto justo el día que salí de viaje eran las ruinas aún calientes y con un poco de humo que quedaban de tan terrible accidente.
Pero bueno, superando el terror de semejantes imágenes, la situación adentro era un caos total. No estaba saliendo ni entrando ningún vuelo al aeropuerto, entonces había una gran cantidad de buses llevando a todo el mundo al aeropuerto de Guarulhos, que es más o menos a una hora y media de distancia. La verdad es que llegué sobre el tiempo. Nunca había ido a ese aeropuerto, así que tuve que dar una vuelta re tonta, pero finalmente llegué. Cuando fui a hacer el check–in, me dijeron que tomara uno de los buses que estaban en el parqueadero, y me fuera para Guarulhos, y allá me chekaría. Al llegar a Guarulhos, un caos de gente impresionante. Filas con cientos de personas, todo el mundo desesperado por el retraso de los vuelos, niños llorando, hambrientos, señoras adultas mayores pidiendo una silla para sentarse en la fila, en fin, todo un caos. Llegué a las 10:10 y el vuelo estaba para salir a las 10:05. Pero claramente estaba retrasado. Mi vuelo estaba planeado para salir de Congonhas, llegar a Salvador, hacer conexión y de ahí Recife. Por la conexión, el vuelo duraría unas 4 horas más 3 de escala. En el momento del check–in me dijeron que me iban a cambiar de vuelo y a mandarme en uno directo, dado el caos que había en ese momento. Entonces me dieron un vale para un sándwich, y me dijeron que esperara hasta la 1 am, hora a la que saldría mi nuevo vuelo, que no haría escala ni nada, y llegaría incluso antes del que tenía programado. La verdad es que, en estos casos en que hay tanto caos y tanta desorganización, siempre hay alguien que sale beneficiado, y no se si fue suerte, o qué carajos, pero en este caso el favorecido creo que fui yo.
La verdad nunca le había tenido miedo a subirme a un avión, pero pues solamente me había subido un par de veces cuando me vine para aquí. Y pues luego del accidente, y luego de tanta vaina, uno realmente queda un poco paniqueado. Pero la verdad todo fue super tranquilo, aunque no puedo negar que me daba un poco de susto cuando veía al avión inclinarse hacia cualquier lado para tomar una curva. Como siempre, iba en la ventana —la verdad es que me gusta andar en la ventana, así me maree, me de susto, o cualquier cosa—. Pero fue un poco chistoso, porque al llegar a sentarme había un tipo que tenía mi asiento. Con un tanto de diplomacia, y un portugués aún mal hablado, le dije que ese era mi asiento. Ahí hizo un poco de mala cara, pero finalmente se levantó y me dejó el asiento. Claramente el problema de quedar en la ventana es que, si quieres ir al baño, hay que incomodar a los otros dos para salir. Afortunadamente no me entraron ganas en el vuelo.
Pese a que el despegue del avión fue de Guarulhos, el avión tuvo que sobrevolar São Paulo. Fue impresionante la visión de un mar de luces que se perdía en el horizonte. Luces, luces y más luces, y carros, calles, casas, que pasaban y pasaban y parecía que nunca se fueran a terminar.
Efectivamente llegué a las 5 am a Recife, todo muy puntual. Al salir de Guarulhos le puse un mensaje a Hugo —quien fue quien me invitó a Recife— diciéndole que habían cambiado el viaje, pero que aún así llegaría a la misma hora. En el momento del embarque me había llamado confirmando entonces que todo estaba listo, y pues ahí me dijo que se estaba tomando unas cervezas. Al momento de llegar a Recife, lo llamé y no me contestó a la primera. Claramente sabía que andaría con un tanto de resaca de la noche anterior, así que me quedé esperándolo, mientras paseaba el aeropuerto esquivando a los intensos taxistas que siempre están cazando clientes.