martes, octubre 02, 2007

Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar

Faltan solo un par de meses para regresar. Aventuras hay muchas que contar, pero a veces eso de sentarse a escribir produce mucha, pero mucha pereza, o simplemente no se quiere contar nada reciente. Bueno, en general, han sido dos meses ya de nerditud y ñoñería total de lunes a viernes, y de fiestas oscuras, churrascos, alcohol y no sé qué otras dionisiadas los fines de semana. Bueno, así estaba planeado. Aunque la cosa se está volviendo jarta. Ya quizás los años hacen que no se disfrute lo mismo una fiesta en la USP del mismo modo en que se hubieran disfrutado si se tuvieran 20. Además el cuerpo se vuelve exigente y ya no es capaz de beber cosas como vinos de R$3 el litro, o cachaças del calibre de la “pitu” o “51”, de R$4,50 el litro, que es lo único que se consigue en estas fiestas cuando ya no queda cerveza —cosa que casi siempre pasa—. El hígado se vuelve exigente, y experiencias vecinas van mostrando las razones. En fin, los años no pasan en balde, y andan pesando un tanto.

Por otra parte, anda revolviéndose en el estómago esa sensación de “tengo que volver” ¿cómo va a estar todo? ¿Igual o diferente? ¿En qué habrá cambiado la situación? ¿O será que yo soy el que está cambiado? ¿Será lo mismo de antes? ¿Querré yo volver a lo de antes? Hay un cierto dejo de nostalgia por los tiempos pretéritos, pero al mismo tiempo hay una sensación de turbia ansiedad y zozobra por los días venideros. Es necesario volver, eso es claro, pero muchas veces no es claro cómo enfrentarse a esos conflictos que aparecen cuando todo parece estarse oponiendo con alguna otra cosa.

Hay posibilidades próximas de viaje, pero a veces no tiene mucho sentido viajar solo. Claramente el viaje es todo un paseo, toda una aventura, pero siempre hace falta o ese Caballero Andante que empiece a hacer orateces, o ese Sancho aburrido pero sensato, que alcahuetea pero al mismo tiempo intenta contener. Aquí claramente Cervantes le pegó: una misma persona no puede tener, por muchas personalidades que tenga, dos como estas. O mejor dicho, hace falta el conflicto, siempre, así tenga simplemente la excusa de “compañía”.

Aquí en la ciudad, por lo menos hasta ahora, y a excepción de ciertos extraños momentos, no ha faltado compañía. No sé si es suerte, o buen carácter, o destino, o como se llame, pero otra cosa diferente es enfrentarse a lugares desconocidos, con gente totalmente desconocida. En fin, una prueba más a ese carácter medio huraño y esquivo del cual todavía algo se mantiene.

Son ya cinco meses aquí. Eso quiere decir que, de no haberse conseguido la “prorroga” ayer estaría de nuevo en la casa —que quizás todavía tendría, porque ahora resulta que ni eso—. Tal vez sea eso lo que me hace pensar en este momento en el regreso. Aún falta mucho por hacer, y no sé si el tiempo sea suficiente, pero pues, como dijo el ciego, “amanecerá y veremos”…

1 comentario:

marcela ∂ π dijo...

yo también tuve veinte años y un corazón vagabundo...