lunes, julio 02, 2007

No Direction Home


No sé qué carajos tiene este país, pero aquí se encuentra mucho "Rolling Stone". A los extranjeros que me he encontrado aquí les gusta el país, y saben que puede llegar a ser una mierda, pero prefieren por ahora no volver a sus países de origen, mientras les sea posible.

Muchos vienen a estudiar, y es complicado volver, es el caso de Mauro y María, que llevan 4 años aquí y ahora se van a vivir al sur de Chile. Andan felices porque Mauro consiguió un muy buen puesto, pero andan medio stressados y medio melancólicos por tener que irse, pues a donde van tienen que empezar de cero. Están vendiendo aquí todo, y tienen que comprar de nuevo todo allá, aunque claramente no todo se puede vender y volver a comprar, así que les toca irse en bus hasta Santiago, lo que implica 50 horas metidos en un bus, que, mientras pasa por Argentina, no se puede detener para evitar enredos en la aduana.
María -otra colombiana- es otra super rolling stone. Se vino de Colombia por el Amazonas, con un hijo de 3 meses y un trasteo de puta madre. Vivió 4 años en Brasilia y ahora está aquí en São Paulo tratando de hacer su doctorado.
El estudio aquí es muy bueno, pues hay dinero para financiar prácticamente cualquier proyecto, además que, si no hay beca, es más o menos posible estudiar, pues no hay que preocuparse por pagar matrícula. Sin embargo no creo que eso sea lo único que motive a los rolling a andar viajando por todo lado.
Ya se me había olvidado la etapa de mi vida en que había sido un proper rolling stone, y ahora lo recuerdo claramente, y creo que toavía llevo uno por dentro. Es definitivamente muy difícil dejar todas las comodidades de la casa y ponerse a aventurar por ahí en el mundo, pero habemos quienes gustamos de esas cosas, definitivamente.
Ahora estoy pensando seriamente la posibilidad de volver, tal vez a hacer un Post-Doc, o tal vez sólo algún tiempo, tal vez hasta que pueda, en fin, eso se decidirá después.
Sin embargo de vez en cuando entran algunos sentimientos extraños de soledad, que son difíciles de describir y de manejar, y que, extrañamente, y no entiendo porqué, hacen que los rolling stones se lleven mucho mejor con otros stones, en fin, creo que muchos recordarán los días en que mi casa era un hostal para stones, o los días en que yo andaba por ahí quedándome donde me encontrara la noche.
Ya me imagino a muchos pensando "Este man se volvió un hippie de mierda otra vez", pero no, claramente es muy distinta la cosa. La diferencia creo que no la hace ni el hecho de que ahora ando becado, ni de que esta ciudad tiene mucho dinero, ni nada de esas cosas, es simplemente un gusto extraño por experimentar nuevas cosas, por sentirse incómodo mucho tiempo en un solo lugar, esas ganas que tiene uno por no tener hijos, no casarse nunca, no sé qué más cosas, pero a uno le dan esos arrebatos... y eso es por algo.
Bueno, ya voy a dejar tanta pendejeadera doidona (orate), y voy a seguir estudiando.

Escandináfrica

Este es el nombre que merece un país en donde hay tanta pobreza como en áfrica, pero los impuestos corresponden a un país nórdico altamente desarrollado. Así resultan ser muchas de las cosas aquí, extrañamente. Pese a que se puede conseguir fácilmente mucha cosa, los altos impuestos hacen que a veces sean totalmente inaccequibles cierto tipo de cosas. Todo resulta ser costoso, pero es proporcional al nivel de vida que tienen buena parte de las personas. Aquella otra parte restante tiene que quedarse entonces en la pobreza, o en la miseria, y eso sucede aquí en la gran ciudad, a donde todo el mundo viene a conseguir dinero, pues en las ciudades pequeñas es aún más notorio el índice de pobreza, y más aún en el interior del país, o en el nordeste y norte, en donde la diferencia, en cuanto a nivel de vida, resulta siendo impresionante si se les compara con las grandes ciudades como São Paulo, Rio de Janeiro, o Brasilia.
Pero bueno, no quiero escribir ni de economía ni de política, ni de nada de esas vainas que prefiero dejárselas a los especialistas en la materia. Ocurren algunas cosas definitivamente extrañas. El tabaco resultó siendo una de esas cosas que me sorprendió definitivamente. Se consiguen muchísimas marcas de cigarrillos, pero la empresa que los produce es solamente una. Hay Marlboro, Lucky Strike, Camel, pero todos son producidos aquí, y, creo yo, prácticamente con el mismo tabaco de aquí, claramente. Los cigarros son un tanto más baratos que en Colombia, pero definitivamente la calidad es inferior. Duré un par de semanas fumando el Camel de aquí, y empecé a sentir un complicado dolor de garganta, sentía el humo mucho más fuerte, y comprendí que claramente ese no era el Camel que podría conseguir —contrabandeado vaya uno a saber cómo — en Colombia. Probé un montón de cigarros, recordé el viejo Parliament que tanto le gustaba a una amiga mía, y resultó siendo una basura, pasé por el Marlboro de nuevo, cuyo alto voltaje y sabor fuerte resultó siendo una cosa parecida al mustang rojo, volví al Lucky, y recordar su sabor fue una cosa muy difícil. Claramente aquí ya existe la política de la publicidad antitabaquismo en los paquetes de cigarrillos. Al principio resulta bastante asqueroso tener que ver ratas muertas, piernas podridas, dientes purulentos, niños deformes, gordos enfermos, bebés entubados, fetos en tarros, en fin. Luego de que uno se va acostumbrando a este tipo de cosas —porque así como el amarillismo excesivo, este tipo de cosas solamente lo único que pueden generar es una insensibilidad total— entonces empieza a hacer cosas medio orates como coleccionar las imágenes como si estuviera “llenando un álbum de monitas” —que realmente no se me hace tan bizarro, luego de haber llenado, en mi adolescencia temprana, el álbum de los Garbage Pail Kids—, o simplemente a omitir este tipo de cosas, a taparlas simplemente por desagradables —se ha vuelto manía terrible colocar, en las mesas de los bares, el paquete boca arriba; si lo dejas boca abajo puedes ser fácilmente reprendido por la mirada de tus amigos no fumadores quienes se sentirán irrespetados al instante—. Luego de probar tanto cigarrillo rojo, empecé a probar con los más suaves a ver si eran igual de heavy, o resultaban algo de alguna manera más tolerantes. La espantosa política antitabaquismo por lo menos ha dejado algo simpático, y es que en todos los paquetes de cigarrillos debe estar la información de nicotina, alquitrán y monóxido de carbono que traen. Para un fumador empedernido como yo, el último criterio para escoger un cigarrillo debería ser la menor cantidad de nicotina —a veces creo que debería ser la mayor—, sin embargo, luego de este rodizio de cigarros que me di he sentido que hay alguna relación entre la cantidad de estos tres productos con respecto al sabor del cigarrillo. No sé si tenga la razón, pero los peores que probé tenían alto contenido de alquitrán, así que la decisión se basó, en parte, en un bajo nivel de alquitrán, y en parte, en la vieja costumbre ya adquirida del Lucy Strike, pero como el rojo es un asco total, entonces opté por venderme al “silver”, al “de niña”… sí, sé que seré fuertemente reprendido por eso, pero definitivamente el lucky vermelho de aquí no se parece ni un poquito al Lucky hecho con tabaco importado que es el que se consigue en Colombia.
Una cosa que definitivamente he encontrado fabulosa aquí son los rodizios. Hacen rodizios de cualquier cosa. El famoso es el de carne, que es super brutal, pero he descubierto otros fenomenales. El de pizza en Río me impactó sobremanera, aunque aquí en São Paulo he descubierto uno que lo supera. Pero el mejor de todos, y el que la sacó del parque, fue el rodizio de sushi. Sin palabras… Otro que me dejó también sorprendido, aunque creo que a ese no le hago ni a bate, es el rodizio de chocolates —si en el rodizio de pizza me comí 8 pedazos, o sea una pizza completa, entonces haciéndole al de chocolate me comería una caja de chocolates, y duraría un mes completo con dolor de cabeza—.
A la cerveza definitivamente ya me voy acostumbrando. Al principio sentía que la Brahma era una porquería —definitivamente la Bohemia o la Original son mucho mejor— pero la diferencia no es tan bárbara, es como pasar de una club colombia a una costeña. Bueno, también tenía que acostumbrarme al porcentaje de alcohol, y a que siempre, pero siempre, y así sea en lata, se toma en vaso —costumbre difícil para un morador del altiplano con ascendencia boyacense como yo—. Claramente hay que experimentar con cervezas artesanales, que son espectaculares, como la Baden Baden, aunque su precio (R$9) no da para emborracharse como un demente. Creo que mi nivel alcoholístico fue seriamente puesto a prueba por Paul, un chileno que definitivamente deja tirado a cualquier borracho colombiano, y que me demostró que los chilenos son aún más alcohólicos que los colombianos. Paul es todo un personaje. En la casa lo llaman “Highlander”, pues aguanta unos ritmos excesivos que definitivamente son muy difíciles de seguir. Pero bueno, un fin de semana a la par de este man y mis niveles de alcohol en la sangre subieron brutalmente, pero luego de que se fuera la semana pasada, ensayé de nuevo, y descubrí la tolerancia que había alcanzado a la cerveza brasileña.
Solamente me falta una borrachera con “pinga” —la tan popular cachaça—, pero las que se consiguen en los supermercados son una baratija comparable solamente con cosas como el “niquelado”, además que su alto contenido de alcohol a cualquiera le preocupa si se trata de un trago barato. Las buenas cachaças son artesanales, y son difíciles de conseguir, pero pues algún día de desparche me imagino que terminaré haciendo el deber. Un día de desparche me tomé una caipirinha en un barcito, pero por lo que me pude dar cuenta, la cachaça con la que la hicieron era una baratija, y el miserable coctelito me costó lo que, creo, vale una botella completa de esa vaina. Hay una cosa que me pareció también bastante curiosa, y es que además de la caipirinha, es famoso el caipiskaya —caipirinha versión rusa, o sea, con vodka barato—.
Ahora se acaba el semestre aquí, así que mucha gente que es de fuera se ha ido para su casa —la mayoría son nordestinos, o sea que viven a, por lo menos, 40 horas en bus, o 2 a 3 horas en avión— y la universidad va a quedar como sola. Espero que no se vayan de vacaciones las secretarias también —sería el colmo, luego de un paro de un mes y medio irse de vacaciones, pero eso es lo que hacen—. No creo que tenga muchas vacaciones, prefiero seguir trabajando aquí, y aprovechar cuanto pueda todo lo que encuentro aquí que sé que en Colombia no va a estar, pero pues aquí estaré mientras pueda.