martes, mayo 29, 2007

Medidas, Medidas

Una de las cosas que más me causó confusión en esta ciudad fue el primer día que llegué al supermercado a comprar un pedazo de carne. Uno más o menos conoce, no soy un experto en la materia, pero puedo diferenciar fácilmente entre una sobrebarriga y un murillo, y esas cosas. Sin embargo, además de la dificultad del idioma, empiezo a reconocer algo raro en el dibujillo que había detrás de la zona de carnes con respecto a los cortes. En ese momento me di cuenta que mi ontología culinaria iba a cambiar más que nunca, además de los ya muy bruscos cambios que se producen cuando no se encuentra nada que se siembre por encima de los 2000 msnm, por obvias razones, y que, además de todo, es la base de mi alimentación, o por lo menos de mis conocimientos culinarios. Luego de ver el dibujillo, y empezar a ver que hay otras formas de cortar vacas (yo pensé que las cortaban y ya…) me pica la curiosidad sobre el corte. La respuesta: corte europeo. El corte que utilizan comúnmente en Colombia es el corte americano. Pues bien, resulta que aquí son bastante coherentes con sus patrones numéricos, no como nosotros, que pasamos del patrón europeo al americano sin darnos cuenta… La gasolina no la venden por galones, sino por litros. Las hojas no son tamaño carta o doble carta, sino A4, o A3, en fin, todo lo que se refiere a medidas es con sistema métrico decimal. Por lo menos resultan coherentes con esto, aunque para uno sea un enredo tratar de calcular cuántos galones le cabrán a un carro, o qué pedazo de la vaca es el que me voy a comer. Bueno, por lo menos ya logré descubrir que la famosa picanha es la punta de anca, que es la carne más cara y más famosa que usan para los churrascos.

Grave... Greve

Hacía rato que no escribía, tal vez era cuestión de exceso de trabajo, tal vez cuestión de pereza, tal vez sólo me queda la excusa de decir que tengo escaso acceso a internet pues la USP entró en “greve (paro)” —de ahí el título que escogí para el post—. Como siempre esas cosas que pasan en los países latinoamericanos, hay todo un enredo con respecto a la comunicación, y unos dicen una cosa, y otros dicen otra, y se nota la desinformación, y se nota que la gente se aprovecha infamemente de la desinformación para armar una tormenta en un vaso de agua. Y así, con problemas que se pueden resolver en un par de días se prolongan por la testarudez de cada una de las partes que se polarizan, se radicalizan, y luego hacen imposible el diálogo.
Dejando de lado los problemas políticos que tienen las universidades públicas en nuestro continente, el viernes de la semana pasada hubo una reunión en la Unicamp con el grupo de investigación del profesor Angioni. Fue todo un día… lleno de quinientas cosas. Primero, habíamos quedado de reunirnos a las 8 am, pero me cogió el tráfico paulista, y duré casi una hora metido en un trancón absurdo en la Av. Rebouças, que es la que conecta el suroccidente de São Paulo con el centro de la ciudad. Luego, para rematar, tenía que tomar el metrô, pero como pasa en toda estación subterránea de metro, apenas entras, pierdes la luz del día, pierdes el sentido de ubicación, y fácilmente puedes tomar la ruta contraria si no estás al tanto de todo. Y pues efectivamente así fue: tenía que subirme al metrô, hacer un trasbordo a la otra línea del metrô y llegaba. Pero cuando fui a hacer el transbordo, subí las escaleras, y cuando llegué a la segunda línea, no me dí cuenta que había quedado en la dirección contraria a la que iba. Menos mal pude reconocer rápidamente mi error y volver a mi camino inicial. Bueno, en todo caso llegué a las 8:40. Fui el último en llegar, pero me sirvió la homérica excusa de “es mi primer día”…. Luego del encuentro mañanero —muy mañanero, por cierto, pues llevaba meses sin levantarme antes de que saliera el sol— salimos por la Rodovía dos Bandeirantes con rumbo a Campinas. Dos horas de camino por una autopista que tiene como límite mínimo de velocidad 120km/h en la franja izquierda, y para las otras, 90km/h. Esa es una de las cosas que extraño que no haya en mi país en donde los carros se dañan por andar subrevolucionados, dado que están diseñados para andar a más de los 60 u 80km/h permitidos. La reunión, un tanto complicada dado el sol mañanero, la aridez de los Analíticos Posteriores, y el esfuerzo mental que requiere entender un idioma que no es el nativo, más aún cuando apenas llevo un mes aquí. Pero bueno, ya es un mes, ya es bastante. Igual, todavía cuesta entender todo lo que dicen.
Comprobé una cosa, muy curiosa, en la reunión. En la casa donde vivo se les hace muy extraño ver a un filósofo que se la pase todo el día pegado al laptop, y que sea cacharrero con los computadores. Para mí esto no es nada extraño, realmente, sin embargo aquí era toda una curiosidad que sólo se explicaba porque yo había estudiado Ingeniería de Sistemas. Pues bien, en aquella reunión, con tanta gente metida, de tan buen nivel, y de tanta experiencia, yo, escúchese bien, yo era el único que había pensado en llevar su laptop por si algo hacía falta… Quizás las reuniones de traducción con Peiras ya hayan llenado de prejuicios mi cabeza con la necesidad que uno tiene de diez cosas al tiempo, como el diccionario, el Thesaurus Linguae Graecae (TLG), en fin, ese poco de cosas que uno utiliza para traducir y lo tiene en el computador, pero el punto es que esta gente no lo utilizaba para nada… Ahí me di cuenta que efectivamente era un filósofo extraño, por lo menos con relación a los de aquí.
La Unicamp también se encuentra en greve, pero aún así hay una cosa que no ha dejado de funcionar, y deberían aprender los de la USP, y es el restaurant estudiantil, alias bandejão. Pero como no somos estudiantes, nos tocó ir a comer al Self–service, y, como todo restaurante brasileño, la comida es por kilo. Pues bueno, ni modo, un tanto caro, pero nada fuera de lo normal.
La gente con la que iba ese día es bastante simpática: una paulista, un pernambucano, un natalino (de Natal, la ciudad nordestina más famosa de Brasil por sus playas) y un fortalezano (Tres nordestinos, que tienen un acento medio extraño, que a veces no logro entender) y una veneciana (la posdoctoranda, italiana total). Esa es la base del grupo de trabajo, o por lo menos es con los que me la paso. Había más gente, pero no logré hablar mucho con los otros.