martes, mayo 01, 2007

Por fin....

Por fin estoy de viaje, por fin, después de tanta lucha burocrática, y colocando todo el dinero que poseía, y hasta más —pues el jueves del viaje, a las 12:30, hora en que tenía que estar en el Aeropuerto, el profesor Coussins, muy, pero muy amablemente, me prestó una buena suma de dinero, para no quedarme varado aquí en São Paulo—, estoy en esta megaciudad, rodeado por veinticinco millones de almas, buena parte de ellos inmigrantes —tal vez como yo, o por lo menos así son los que viven conmigo: doctorandos embolsados (así llaman acá a los becados, cuestiones del idioma) viviendo en una casa en un barrio de jubilados que queda cerca a la USP; podría ser, en Bogotá, el equivalente a La Soledad, o a La Esmeralda…—. Entre tales inmigrantes, para extrañeza del mundo entero, se cuentan ya tres millones de taca–tacas: japoneses, coreanos, chinos y otros ojirayados más.

El viaje fue una cosa ente emocionante y espantosa. Emocionante subirte a un avión, con nadie alrededor —y fue nadie porque, como quería ventana, me dieron uno de los últimos asientos, en donde no iba realmente nadie— y subido en un AirBus A319, que es más bien pequeño. Yo pensaba que los AirBus eran todos gigantescos, pero esta cosa me decepcionó realmente. Bueno, no importa, el hecho es que en ese coche bala con alas vi a Bogotá desde la altura. Aunque estaba tan nublado que a los dos minutos ya no se veía sino algo que parecía la base en la cual habían luego escrito encima “Los Simpson”. Y así fue el viaje a Chamozuela, pues por cuestiones de dinero, me tocó venirme en Avión Lechero —sí, los hay—. Definitivamente, hacer escalas, y conocer aeropuertos es el peor plan del mundo, sobre todo cuando la persona encargada del abordaje es una anciana de más de cincuenta años con una cara de “nunca me he cogido a un hombre” que te cagas; me hizo recordar ciertas secretarias de la facultad, cuyo nombre todos saben pero no quiero mencionar.

Luego de la desagradable señora, de nuevo al AirBus, y del Aeropuerto “Simón Bolivar” al “Jorge Chávez” de Lima. Dos horas de viaje, viendo dizque “Eragon”, y luego, cuando se acabó esa mugre, pusieron no sé cuántos capítulos de “Friends”, y como esa joda me da un foco terrible, me puse a leer “La dama del perrito” de Chejov, que, por idiota, fue lo único que traje para leer (Flashback: cuando me estaba checkando en el aeropuerto, mi maleta pesaba 26kg y no dijeron nada, y cuando estaba abordando, mi equipaje de mano pesaba 12 kg y no dijeron absolutamente nada. Pude haber traído cuanta cosa se me hubiera ocurrido, y no habrían dicho absolutamente nada, pero no, uno por pensar en el dinero extra…).

Ya en Lima me entró una preocupación terrible. Debido al apagón ese día en Bogotá, no había tenido acceso a Internet en todo el día, y por lo tanto, no había tomado los datos de la casa a la que iba a llegar, y no encontraba por ninguna parte el teléfono del tipo que vive aquí en la casa; en conclusión, no tenía ni puta idea a dónde iba a llegar, y lo que me afanaba seriamente era la pregunta del tipo de inmigración: “—dirección de residencia. —Hmmmmm”. En fin, el punto es que el único sitio en Lima que tenía Internet era un barcito en el que por el consumo te prestaban un computador. Me fumé como cinco cigarrillos mientras esperaba a que desocuparan uno de los tres computadores que tenían —En realidad eran cuatro, y cuando llegué, todo emocionado, justamente me senté en el dañado, y cuando me dijeron, ya cada computador tenía alguien detrás—. Desocuparon un computador y yo iba de segundo en la fila, vi el reloj y eran las 00:35; mi vuelo salía a las 00:50. Entonces me acerqué al veneco que estaba delante de mí y le pedí el favor de que me dejara mirar solamente un correo. Así entonces, con un cigarrillo en la mano, y temblando ya de que el vuelo me dejara, abrí mi correo, y copié los datos de la dirección de la casa y del teléfono de la persona que me estaba esperando. No se me va a olvidar nunca: Rua Campos Almeida 96. Ahora sí, por fin tranquilo a la zona de abordaje.

Afortunadamente, el abordaje se retrasó un poco, pues habían como cincuenta coreanos haciendo conexión desde Los Ángeles, y como venían desde vaya uno a saber dónde, entonces entraban de primeros. Aquí tenía que hacer cambio de avión, y definitivamente este sí que era un señor Avión: un Boeing 767, con capacidad como para 350 almas, si mis cálculos no me fallan; y lo mejor de todo, cuando yo me subí, el artefacto ya estaba lleno. 1:00 am y cinco horas de viaje para llegar a las 7:20 am a Guarulhos… Mierda, me robaron dos horas de mi vida y no me di cuenta, mierda, mierda… Pues bueno, ya me las repondrán.
Tenía ganas de ver São Paulo desde lo alto, pero una nube negra, que traigo en la cabeza, no me dejó. Cuando salí de Bogotá estaba cayendo el diluvio universal, y llego aquí y me encuentro con otro igual: un frente frío proveniente del Atlántico sur había hecho llover desde dos días atrás, y la lluvia se prolongaría por otros dos días. Venía viendo nubes, y más nubes, cuando de repente sentí que desaceleraba esa máquina gigantesca. Pues bueno, ni modo, de pronto al regreso vea algo.

Al llegar, todo bien, inmigración bien, mi portugués caipiro terrible —caipiro: campesino—, pero no hubo lío. Pero no podía estar todo bien, como siempre en algo tenía que cagarla. Salí emocionado de inmigración, y pensé en cambiar todo el dinero verde que llevaba. Tasa de cambio oficial: R$2,11; tasa de cambio en el aeropuerto: R$1,9. No he hecho las cuentas de cuánto perdí —y pregúntenle a Camilo cuánto verde llevaba, porque yo ya no me quiero acordar—.

El Aeropuerto Internacional no queda en São Paulo, queda en Guarulhos, y de allá a la USP hay aproximadamente 40 km de distancia. Valor del taxi: aprox. R$100. Afortunadamente esta gente tiene un servicio de bus intermunicipal, que lleva a la gente del aeropuerto a ciertos puntos de la ciudad. Valor del intermunicipal: R$27 —Eso vale un pasaje Bogotá–Medellín, en temporada baja—. De donde me dejó el bus aquel a la casa donde me iba a quedar, fue toda una odisea. Aquí no hay calles y carreras, solamente hay ruas, o rodovias, o avenidas, y ya. Cada calle tiene un nombre —según una guía que vía ayer, hay 180000 calles en São Paulo—; así que le di la dirección al taxista y se quedó como si le hubiera echado la madre… Me preguntó “vocé sabe ónde e isse endereço” yo, balbuceando, le dije que era la primera vez que estaba en São Paulo, que solo sabía que era cerca a la USP. El tipo, entonces, sacó su guía de la ciudad, que tenía como docientos mapas, y cincuenta páginas con nombres de calles. Siguió su intuición, y se fue. Finalmente, en un parque que queda allí cerca se bajó a preguntar a un tipo que vende pasteles en la calle, ahí le indicaron que siguiera subiendo, y ya —Ah, es que para rematar, la casa tiene dos direcciones, según me explicó Martha, que es quien administra la casa, por encima de la casa de al lado debería pasar otra calle, que es con la que llegan los recibos de servicios públicos—. Valor del taxi —por un recorrido de 15 a 20 minutos—: R$27. Primera moraleja: en esta ciudad, el transporte público es jodidamente caro.

La casa está muy bien. Me recibió Martha, que como lo llegué a sospechar es una especie de matrona paisa. Más bien joven, pensé que podría ser mayor, y muy buena gente. El esposo, otro paisa, más paisa que la arepa, pero también me cayó bastante bien, sobre todo porque se han portado muy bien conmigo, haciéndome todas las recomendaciones que le pueden hacer a un novato como yo en esta ciudad. Tienen una hija de 9 años, que pasa del portugués al español de una manera admirable, ya quisiera yo poder hacer eso algún día en la vida. Además de ellos dos están María y Mauricio, una argentina y un chileno que son pareja. Hacen una muy bonita pareja, y además son de lo más amable. Además de ellos, está Alexander, a quien solamente he visto en la U, y quien fue con quien hice el contacto, pero no lo he visto aquí en la casa, y Vrahma, un bracho medio loco que vive en la casa, y que hasta hoy logré ver. En fin, esa es la casa. En principio me iba a quedar en el cuarto de la entrada, que tiene colchón doble, y que es grande como un potrero, y que costaba R$300, pero Martha me dijo que también estaba desocupado es te cuarto, y que no tenía ningún inconveniente en dejármelo, y que tan solo costaba R$200. Desventajas: más pequeño, y no tiene cajones. Ventajas: es más económico, y no es en la sala sino en el patio, y puedo salir a fumar —nadie fuma ni bebe en esta casa, así que creo que mis niveles de alcohol y nicotina van a bajar un tanto—. De modo que, por razones más que obvias, me quedé con el pequeño.

La USP es un potrero gigantesco, que es atravesado como por cuatro avenidas —y cuando me refiero a Avenidas, aquí en SP, son avenidas de verdad, de mínimo cuatro carriles a cada lado, y que, pese a lo grandes, se quedan pequeñas par el tráfico de esta ciudad—. He pillado ya a algunos de los que trabajan en Antigua, gracias a Hugo, que fue el estudiante que Zingano encargó de estar pendiente de mí mientras llega, y ya conocía la Secretaria, que es una versión de Matilde bastante surreal: una zamba con más sabor que un jalapeño, que lo primero que hizo al conocerme fue preguntar si le había traído “el encarguito”. Casi no le entiendo, pues habla muy rápido, luego intuí que se trataba de ese tipo de paquetes que son especialistas en sacar del país. Ya me esperaba comentarios de ese tipo, así que me sonreí, y le dije, “ah, no, lo olvidé en la casa, luego lo traigo”.

El puente —pues aquí, si hay festivo en martes, es puente, y si hay en jueves también— lo aproveché para pasear por el centro de la ciudad, que, como verán en las pocas fotos que logré tomar —pues un extranjero solitario tomando fotos en la ciudad puede resultar muy llamativo a tanto malandro que hay en el centro de cualquier ciudad latinoamericana— es como diez veces el centro de Bogotá. La comida es, cualquier cosa, combinada con frijoles rojos pequeños encima del arroz. Así que si mis niveles de alcohol y de nicotina van a bajar, van a subir mis niveles de flatulencia… espero que no mucho, y que siga funcionando como siempre esta tripa de gato canequero. Un almuerzo en la calle no baja de R$5 —ayer, en el centro, en una feria hippie, una japonesa me estafó vendiéndome un yakissoba por R$8, el lío no era el precio, lo que me ofendió fue el sitio: era una casetica que me hizo recordar los tiempos de la fritanga en el palacio del colesterol—, pero en la U, para los estudiantes, el almuerzo vale R$1,40. Eso significaría ahorrar dinero. Los restaurantes tienen el mismo ambiente del restaurante de la Pedagógica, las bandejas son iguales, solamente que se llaman “O bandeijão”, o algo así, nunca he visto cómo se escribe.

El café es mucho más fuerte. Los paisas no lo pueden beber, no huele a nada, pero sabe fuerte, muy fuerte. A diferencia de Colombia, aquí no se consigue café tipo exportación, solamente se consigue fuera del país, o sea que el que venden aquí es el peorcito que se produce. La guaraná es del putas, es rica, muy rica, pero cara como un demonio. Una gaseosa vale R$2, y un tinto normal R$1,40 —eso vale el almuerzo en el bandeijão, así que comparen—.

Creía que no iba a tener tiempo para ver el arrume de películas que traje, pero no crean, ya llevo tres, buenas, muy buenas. Creo que el insomnio de hoy se lo debo a “Los pájaros” de Hitchcock. Ayer se debió al “Hombre Elefante” de Lynch, y antier, al “Milagro de P. Tinto”, por fin entiendo el chiste del “full de negros chinos”, qué película tan buena.Ya son las 3:30 am. La gente se va a empezar a despertar, y yo, zombie como siempre. Espero que eso no sea problema. Igual, ya me van dando ganas de irme a dormir, aunque tengo un insomnio como hace mucho rato no tenía. En todo caso, creo que como siempre voy a terminar despertándome por allá a las 11 am. Además, creo que ya estoy aburriendo a todo el mundo, y quizás nadie lea el post completo, así que nos pisteamos en la red, y luego escribo más cositas. Un abrazo a todos, y que Dios, o la fuerza, o un gato verde los acompañe.

9 comentarios:

aranta dijo...

qué bien saber que todo va al pelo. Por cierto, la arepa es originaria de venecuela, muy a pesar de lo que digan en mi familia.
yo quiero fotitos, muchas fotitos.
un abrazo, haces falta por acá. (no te vayas a perder los partiditos)

Andy dijo...

farieta!!!!!!!
Que mas loco, leí le post completo. Me alegra mucho que finalmente se haya ido (jajaja suena mal pero usted me entiende), sino habría sido la novena despedida en un mes.

Un abrazo y sueter! No se olvide los pobres
Bye.

Praetorian dijo...

Qué pena no tener fotos todavía, pero tan pronto me paguen los caras de Red Macro compro un lector de memorias. Ya pisteé una en R$20, aunque es re bamba

Laura Gómez dijo...

Me alegra que todo ande muy bien por allá. También espero las fotos. ¡Y espero encontrarme el gato verde que dices!

Unknown dijo...

¡Eh ave maría home usté si habla más que perdío cuando aparece! Me alegra mucho que finalmente todo haya salido bien. Deje de hacer tantas cuentas porque se va a enloquecer y más bien dedíquese a buscar con quién tomar ya que por lo visto cayó en una casa no apta para borrachos como sumercé.Un abrazo y mucha suerte.

aldemar dijo...

Un muy buen relato. ¿Sí o no que uno aprende jijuemil vainas en un día de esos?

Dos de las frases más sabrosas:

"El esposo, otro paisa, más paisa que la arepa, pero también me cayó bastante bien". Lo que me encanta de esa frase es el "pero". "Es paisa, pero me cayó bien". Severo.

“ah, no, lo olvidé en la casa, luego lo traigo”. Elegante respuesta.

Seguiré pendiente del blogcito, Farietosky.

marcela ∂ π dijo...

Muchacho! bueno leerte ya que por fin te juistes. Qué decir...sí, un poco largo el post, tuve que leerlo en varias sesiones.
Dos cositas:
-Una pregunta ¿para qué un avión tan grande si 350 almas no deben ocupar mucho espacio?
-Aquí también nos tomamos lo peorcito del café que producimos...
un abrazo

Praetorian dijo...

Sumercé, yo soy hilemorfista, entonces no creo que pueda haber alma sin cuerpo, jeje.

Juliana dijo...

aay que belleza la vida del turista.. me alegra que hayas sabido llegar con buena salud y alegría, cosa que tal vez no tendrías si te hubieras hecho el camino del inca.. un abrazo, y diviértete mucho que aristóteles ya lleva más de dos mil años muerto, eso no hay afán.